Una de las leyes indiscutibles del universo es que donde una cosa termina suele comenzar algo nuevo. Puede ser un capricho de la naturaleza, tan discutible como otros tantos, como respirar por la nariz, como la caída del pelo o la facilidad con la que se acumula suciedad en las uñas. Seguramente es esa la razón, entre otras, que cada vez que me siento cerrando un ciclo, no puedo evitar preguntarme por el siguiente, por el que se abre, un poquito después. ¿Será un camino único, indiscutible, o habrá elección? ¿Se abrirán dos, tres o más alternativas? ¿Ofrecerá una vuelta atrás?
El año pasado cumplí 40 años, nació mi segunda hija y tuve la oportunidad de hacer un viaje a lugares desconocidos de mí ser en el ACP 2012. Créanme que esta coyuntura de hechos hizo germinar en mí nuevas preguntas, otras miradas a mi historia y, por supuesto, también nuevas posibilidades sobre el manoseado tópico de que la vida comienza a los cuarenta.
Cuento todo esto porque me declaro un Aprendiz, así como lo leen. Soy un aprendiz de cuarenta años y confieso que ésta no ha sido una declaración fácil de hacer, mucho menos cuando pienso que en los tiempos que corren el concepto que se tiene del aprendiz está considerablemente denostado y tergiversado. Habitamos un mundo de “compra-venta”, en el que se nos exige hacernos auto-publicidad y vender nuestros activos de conocimiento para ser respetados o contratados. Y claro, no es de lo más razonable en el mercado actual plantearse diciendo… “Soy un aprendiz de todo, un maestro de nada, sé de algunas materias, cargo con mis experiencias y estoy muy interesado en aprender…”
Pues bien, dicho lo anterior, y si tienes ganas de seguir leyendo el texto de un aprendiz, te invito comenzar por el origen etimológico de aprender:
La palabra “aprender” viene del latín apprehendere, compuesto por el prefijo ad – (hacia) y el verbo prehendere (atrapara, agarrar) y se relaciona con la acción que hace un gato cuando persigue un ratón, un policía cuando persigue a un criminal o un estudiante, cuando persigue conocimiento. Prehendere se vulgarizó a prendere y de ahí a palabras como -Aprendiz: Persona que captura conocimientos de alguien más.
A la luz de esta definición, asumiendo que obligatoriamente capturamos conocimiento de nuestros padres, me aparecen infinitas preguntas como: ¿Al nacer somos aprendices?, ¿Alguna vez dejamos de ser aprendices?, ¿Se nos olvida que somos aprendices? ¿Cuándo y cómo nos volvemos aprendices?, ¿Podemos elegir ser o no aprendices?
El diccionario nos aporta la siguiente definición: se llama aprendiz al que aprende algún arte u oficio. No hace mucho tiempo, los gremios de artesanos u oficiales tenían sus reglas particulares para el aprendizaje y nadie podía ejercer ningún arte ni oficio por sencillo que fuera, sin haber estado de aprendiz con un maestro por espacio de seis o siete años y rendir un examen de incorporación al gremio.
En el afán de entrar profundamente al significado de ser un aprendiz, esta nueva definición también me invade de preguntas: ¿La vida podría ser un arte?, cada nueva relación entre seres humanos requiere aprendizaje ¿O no?, ¿Sería eso un arte?, ¿Ser padre es un arte u oficio del cual aprenderemos permanentemente?, ¿Hay un proceso para ingresar al “gremio de los seres humanos”?, ¿Quién rinde el examen y nos califica? ¿Es un arte lograr vivir una buena vida?
Cruce de Caminos
En 40 años, en dos oportunidades me he sometido literalmente a ser aprendiz de un arte específico. Una es mi formación universitaria como artista plástico y la otra, mi formación de Coach Ontológico en el ACP 2012. Voy a tratar de cruzar estas experiencias en busca de ampliar esta mirada sobre el camino de ser un aprendiz.
En la universidad aprendí que el Arte se entiende como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa, por medio del cual se expresan ideas, emociones y generalmente una visión del mundo, utilizando una diversidad de medios de expresión, como los plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos.
En mi mirada de artista, esta definición ofrece una extraordinaria similitud con el Arte del Coaching Ontológico, el cual se fundamenta en la coherencia que constituye a cada ser humano, a partir de sus distinciones lingüísticas, emocionales y corporales. De igual forma, el arte se expresa como un lenguaje original que genera realidad; está cargado de significancia por la emoción del artista y se manifiesta físicamente como una obra que interviene los sentidos de diferentes formas.
Al ser aprendiz de pintor, para producir o generar una pintura, es necesario conectarme con algo profundo que me conmueva o inquiete. Luego surge la necesidad de generar una expresión en la que se manifieste mi emoción y que pueda contener físicamente una nueva realidad, la que antes no existía o que no se ha revelado hasta el momento en que se materializa en una obra de arte completa, que expresa y encierra en sí misma todo aquello que la comprende, sin que nada le sobre o le falte.
Para mí, ser un aprendiz de Coach es un viaje permanente al fondo del alma, un sorprenderse con cada ser humano, un encuentro permanente con nuevas formas de saber, es aceptar nuevos lenguajes para comunicarse, es comenzar a tener nuevas preguntas, es dejar las viejas respuestas, es dibujar nuevas realidades, es permitir a las emociones ocupar los espacios que les corresponden… es entender a mi cuerpo como la manifestación plena de quien soy, sin que nada le sobre o le falte.
El Coaching, igual que una obra de arte, es un proceso comunicativo y conversacional a través del cual el Coach danza con el coachee, buscando nuevas posibilidades, así como el artista provoca al espectador exponiendo nuevas realidades.
Como los pinceles de un artista, que sin temor colocan la materia en la tela, a través de sus preguntas el coach hace que en el coachee se revelen o planteen circunstancias y situaciones que quizá por sí mismo no ha podido ver. Es una forma de descubrirse, de conocerse. Como dice Leonardo Wolk en su libro “Coaching: El arte de soplar brasas”, “El Coach pregunta para escuchar y servir al otro”.
Las Preguntas del Arte (El Arte de las Preguntas)
El arte es una manifestación que acompaña a los seres humanos desde sus orígenes en las cavernas de Lascaux hasta el arte digital de nuestros días, y su definición hasta hoy está abierta, aún persiste en el plano de lo subjetivo y discutible (como la vida). No existe un acuerdo unánime entre historiadores, filósofos o artistas. Esta realidad nos ofrece una riqueza inagotable de posibilidades para aprender y generar nuevas preguntas a partir de las numerosas definiciones planteadas.
“El arte es el recto ordenamiento de la razón” (Tomás de Aquino) – ¿Cual es mi razón? ¿Cuál es el recto ordenamiento de mi vida?
“El arte es la libertad del genio” (Adolf Loos) ¿Soy libre?
“El arte es la idea” (Marcel Duchamp) – ¿Cuáles son mis ideas? ¿Las puedo manifestar? ¿Vivo con mis ideas o ideales?
“El arte es la acción, la vida” (Joseph Beuys) – ¿Soy un acto de vida? o puedo ser ¿Vida en acción? ¿Cuáles son mis acciones que generan vida?
Esta lista de definiciones podría ser larguísima e inagotable; hay tantas como obras ha generado el ser humano en su historia y hay tantas historias como seres humanos… Esta ecuación me hace pensar en las miles de millones de conversaciones posibles, en las infinitas preguntas que podemos seguir haciéndonos y en que frente a ese escenario no queda más camino que aceptar con regocijo ser un aprendiz.
Yo creo en los conceptos del “aprendizaje de la vida” o “el arte de vivir”, y éstos me obligan a tener siempre el espíritu del aprendiz y enfrentarme con el paradigma de ser un aprendiz en la vida…
El Coach ve con ojos de niño los paisajes que escucha a través de la mirada del coachee, eso le permite no imponer su visión y facilitar a su coachee nuevas posibilidades de mirar. Cuando un Coach cree que sabe, tiene la tentación de dar sus respuestas en lugar de explorar con preguntas.
Creo que ser un aprendiz significa ser capaz de alimentarse de todo y de todos, de las situaciones que pasan y de las que no pasan, de lo que existe y de lo que imagina que existe, de tener en consideración a todos los que están alrededor, de aquellos que causan admiración o aquellos que producen aversión. Aprende con placer y con dolor, con gusto y con asco, con respeto y sin respeto, aprende del error y también del acierto… El milagro del conocimiento lo produce la disposición a incorporar nuevas perspectivas que den sentido al camino.
Soy un Aprendiz, tengo 40 años y mi corazón late emocionado cuando pienso en todo lo que aún tengo que aprender de las conversaciones con mi mujer, con ver crecer a mis hijos, con trabajar a diario y los misterios que guarda el mundo en que vivimos.
Para poder asumir ciertas enseñanzas
hay que empezar por desaprender lo aprendido
para llenar un vaso, este antes debe estar vacío.
Aprender a Desaprender
Cuenta una antigua historia que un día, un novicio se presentó para recibir las enseñanzas de un sabio maestro.
Uno de los discípulos del maestro le dijo:
- Primero tendrás que hallar la respuesta a una pregunta. Si lo consigues, el maestro te aceptará como alumno dentro de tres años.
La pregunta fue presentada y el alumno se esforzó hasta que hubo encontrado la respuesta. - Tu respuesta es correcta. Ahora puedes marcharte y esperar que pasen mil y un días, sólo entonces podrás volver aquí para recibir la enseñanza.
El novicio estaba encantado, tras mostrar su agradecimiento se le ocurrió preguntar… - ¿Qué habría ocurrido si no hubiera encontrado la respuesta correcta?
- ¡Ah, en ese caso, te habría admitido al instante!
— Pedro Ibieta, mayo 2013